sábado, 21 de diciembre de 2013

'Taller Abierto 2013': Superándose a sí mismo



Una nueva edición del Taller Abierto se expuso en el Taller C de la Facultad de Artes de la UNT. El "Taller C", cátedra de la Licenciatura en Artes Plásticas de la Facultad de Artes de la UNT, viene organizando hace varios años la muestra "Taller Abierto", realizando una edición anual. En ella, cada estudiante del taller expone una pieza realizada durante el año de trabajo. Como bien lo define Marcos Figueroa, docente a cargo de la cátedra, "el Taller Abierto es un ejercicio de montaje", está pensado como un paso más en el proceso de formación de quien transita por la cátedra. Año a año el equipo docente de la cátedra, integrado por Carlota Beltrame y Geli González junto a Marcos Figueroa, guían a los estudiantes en la elección de la pieza a exponer y organizan colectivamente, junto con los estudiantes, el montaje de las mismas; aquí se hace visible la puesta en práctica del montaje, ejercitar las relaciones entre las piezas, analizar el espacio, acordar en la lectura de la muestra y en todo lo que implica esta.

Y como bien enuncia el título del presente artículo, cada edición se supera a la anterior. Aunque no sea esta la premisa para encarar la muestra, hay pequeños ajustes que se hacen evidente en el resultado final. Sin embargo, este año contó con mayor cantidad de obras, aunque no por ello se vieron invadidas unas a otras.

De manera general, hay una importante presencia de objetos, muchos de formato pequeño, e incluso un objeto o escultura de una escala mayor, como la mesa inclinada de José María Rodríguez, o el tubo de red colgante de Carolina López. Volviendo a los objetos pequeños, resalta la pieza de Jimena Herrera, un simple reloj despertador cuyos minuteros y segunderos hacían correr polvo de pastillas pulverizadas de Valium: toda la simplicidad del reloj desaparece ante semejante y fuerte hallazgo.

Resultan muy interesantes dos piezas ubicadas cerca de la entrada, dos "cuadros", con sus marcos, pero que de tradicionales sólo tienen el recuerdo. Una pintura de Leandro Fernández, que consiste Las Meninas de Velázquez intervenida con un personaje creado por el artista, "el Coche", un clásico en las calles de San Miguel de Tucumán. Adyacente a esta pieza se puede encontrar el otro "cuadro", Registro de montaje de Mariano Molina Gali. No sólo el formato y el tamaño de ambas hacen que se genere un armonioso diálogo entre ellas, sino que ambas hablan, desde lugares muy distintos, del Arte mismo: una se apropia de un clásico para otorgarle un nuevo sentido, se apropia de una manera casi burda de todo su relato; la otra, con una operación efectiva, enmarca -literal y figurativamente- todo lo relativo a la muestra misma, al montaje, e incluso a todo aquello que queda fuera del alcance de su producción pero que indefectiblemente sucede en torno a esta.

Taller Abierto, como siempre, ofrece amplias posibilidades de expresión y manifestaciones, están siempre presente la fotografía, las instalaciones, los videos, los objetos, la pintura y la escultura desde la mirada fresca de los artistas en formación.





Izq., obra de Leandro Fernández. Der., Mariano Molina Gali






















Romina Barros

























Carolina Ortiz





















Carolina López
























Jimena Herrera




Verónica Medrano

José María Rodríguez



lunes, 16 de diciembre de 2013

'La escena tucumana es la más visible desde Buenos Aires, junto a la rosarina'. Entrevista a Rafael Cippolini



No es de extrañar que Rafael Cippolini sea curador independiente -habiendo iniciado este camino en la Galería Ruth Benzacar- y curador del MAMBA puesto que, como él mismo lo relata, escribió desde siempre, y la curaduría no es más que escribir otro tipo de texto.
Nacido en Buenos Aires hacia el '67, Rafael se desempeña desde hace veinte años como docente de arte y literatura; fue editor y escritor de la revista ramona, co-editor de tsé=tsé, revista de poesía y literatura principalmente, es autor de libros de ensayos, narrativas, fue curador y docente para el Fondo Nacional de las Artes y para el Centro de Expresiones Contemporáneas de Rosario (CEC Rosario), jurado en 2006 del Premio arteBA-Petrobras, director de la edición 2010, fundador del Instituto Marcel Duchamp en Buenos Aires (IMaDuBA), entre muchas otras cosas que se podrían nombrar. A fines del 2011 dio por cerrado el blog que mantenía, Cippodromo, y desde entonces escribe regularmente en su nuevo blog.
No hay tema del que no pueda hablar larga, tendida y detalladamente, su mente es como una biblioteca vinculante que asocia distintos autores, obras, artistas, situaciones y anécdotas en un profuso y coherente relato. En una reciente visita por Tucumán, Rafael Cippolini dictó el último encuentro de una clínica dirigida a artistas de Tucumán y Santiago en el Museo Provincial Timoteo Navarro, y aprovechando esta oportunidad es que se concreta esta entrevista.



¿Cómo describirías tu experiencia con la clínica que estás realizando actualmente en Tucumán-Santiago?

Es una buena experiencia. Cada grupo genera una dinámica propia, cuyos resultados son por definición desiguales. Con esto quiero decir: se trata de artistas que ya realizaron exhibiciones y que participaron de otras clínicas y esa experiencia previa se hace visible en el trabajo conjunto. No me interesan tanto los exámenes y devoluciones individuales, sino la experiencia colectiva.



Sintéticamente, ¿cuáles pensás que son los puntos de encuentro y cuáles las diferencias entre la producción artística de Tucumán con respecto a la de Buenos Aires, y si se quiere, a nivel internacional?

Desde el momento que se trata de distintos lugares de exposición, públicos diversos y medios contrastados, las rutinas marcan sus diferencias. Pero lo que más genera diversidad es el deseo de cada artista. La voluntad de reconocimiento se manifiesta en cada uno de un modo particular y por lo tanto genera estrategias para nada uniformes de circulación. Los interlocutores son absolutamente diferentes en casa caso. En Buenos Aires existen más circuitos, más grupos, muchísima más dispersión y por lo mismo muchas veces mayor desinterés. Todo se pierde más rápido. La experiencia tucumana se concentra en menos espacios, en menos nombres y por esto mismo su potencia es más reconocible. Sin dudas, junto a la escena rosarina, es la más visible, la más detectable desde Buenos Aires.



Comentaste que el Taller C tuvo un lugar y una tarea importantes en relación al arte contemporáneo de Tucumán, pero decís que hace un tiempo el arte contemporáneo se expandió fuera del Taller C. ¿En qué sentido observás que se dio esta expansión?

El Taller C sigue siendo fundamental, una usina imparable. Mi impresión es que durante un buen tiempo todo pasaba por ahí, o por La Baulera mientras existió, pero que poco a poco se fueron creando otros centros que, ligados siempre de algún modo al Taller, sin embargo fueron generando otros perfiles de exposición, como las galería Rusia o El Rancho. La diferencia es que estos últimos ya nacen con un legado con el que tienen que cargar, que los precede. Esta diversificación se siente.



(Foto: Enzo Palavecino)
En un artículo publicado en adnCultura sobre la Semana del Arte en Rosario del 2012, hablás de ‘espectadores’ e ‘interesados’ del arte contemporáneo, y más tarde te preguntás sobre los caminos a través de los cuales un ciudadano puede entrar en contacto e involucrarse con el arte contemporáneo. ¿Existe un espectador especializado para el arte contemporáneo, o cualquiera puede acceder a este, sólo que esto es una tarea de las instituciones?

Diferencio entre simple curiosidad e interés, ya que este último implica una frecuentación, información. Llamo espectador de arte contemporáneo a aquel que puede nombrar diez artistas de la escena, que posee más no sea un mínimo conocimiento de la historia del arte reciente, que reconoce entre las obras de los diferentes artistas y puede señalar sin dificultad diferencias generacionales. Fundamentalmente, alguien para el cual la producción artística actual produce un deseo. En este sentido, el arte sigue siendo una vocación minoritaria y es lógico que así lo sea.



Teniendo en cuenta lo que conocés de las instituciones dedicadas a las Artes Visuales, la escena local, y los espectadores, ¿Pensás que la experiencia realizada en Rosario, bajo una buena dirección, podría replicarse en San Miguel de Tucumán exitosamente y por qué?

En términos de calidad e interés la experiencia tucumana no es en absoluto menor la rosarina. Ni siquiera a la de Buenos Aires. El dato es más sociológico que artístico.