sábado, 26 de abril de 2014

La denuncia como propuesta estética. Un recorrido posible y sus actores a través del 2013


Romina Rosciano Fantino
Publicado en 'Actas de las 1° Jornadas de Investigación de la Facultad de Artes de la UNT' . Editorial EDUNT



Pensar un territorio

Cuando se piensa en la provincia de Tucumán, y si se acordonan aún más las extensiones, en la ciudad de San Miguel de Tucumán, algunas palabras comienzan a aparecer, casi instantáneamente, en la opinión común: empanada, locro, Casa Histórica, Independencia, Avellaneda, Bussi, Terán, Tucumanazo, desnutrición, Alperovich, y seguramente otras más. Y si se piensa en el arte tucumano, más precisamente en las artes visuales, ¿qué palabras aparecen primero? Una primera lista podría ser: Facultad de Artes, maestros, Linares, Spilimbergo, Aurelio Salas, talleres, salones, docentes artistas, artistas emergentes, arte contemporáneo tucumano, etc.. Aunque siempre cualquier intento resulta un tanto burdo, pues no es suficiente para identificar de manera más concreta las particularidades de una escena como la tucumana. Una escena que, a lo largo de las últimas décadas, se ha desplazado paulatinamente de esos señalamientos que miraban más a las tradiciones que a las transformaciones presentes, o mejor dicho, una escena que a partir de este desplazamiento, se ha transformado también.
En esta transformación se comienzan a trazar ciertos mapas de los distintos territorios del arte más contemporáneo que es posible avizorar hoy. Territorios porque, de alguna manera, la misma escena –la escena del arte tucumano- es compartida por actores culturales –artistas, docentes, gestores autónomos, curadores autónomos, y todo trabajador vinculado a las artes visuales y también a otras artes- que adhieren a una u otra orientación o conducta, las cuales según las instancias y los contextos, se oponen o encuentran entre ellas puntos de contacto; y porque, a su vez, si se piensa en territorios la divergencia antagónica de las distintas líneas del arte tucumano se anula, y al anularse, el panorama se abre en otra imagen, en otra concepción de esa escena: un mapa de territorios, con sus límites, con sus zonas adyacentes y sus zonas compartidas.
El territorio no es así el límite geográfico que delimita una ciudad de otra, una provincia de otra, sino que es aquella porción o circuito (de las artes visuales) construido por los sujetos que lo habitan y para ellos mismos, para propiciar y asegurar un lugar de existencia, de convivencia, de crecimiento individual y colectivo.
Estas cuestiones también rozan con la problemática de cómo es o cómo debería ser ese arte local. Una primera respuesta a esa problemática plantearía que si hay un arte que es local, este debería reflejar la identidad de la región o de la cultura propia de ese contexto local. Pero, ¿cómo entender lo local en un mundo globalizado? ¿Como la oposición a esa globalización, o no necesariamente como un opuesto sino como un aspecto necesario para esa globalización? Sin los contrastes de las diferencias culturales, la escena global –si es viable hablar de tal cosa- no sería posible. El manga y el animé de ninguna manera son una tradición tucumana o argentina siquiera, pero hoy, en una escena como la tucumana, es identificable en la esfera de la ilustración la adhesión a estas influencias y una producción dentro de sus circuitos propios: hay un territorio que fueron construyendo y delimitando quienes militan las filas de este arte japonés, es en este territorio donde se despliegan encuentros como el ‘Tinta Nakuy’, ‘Tucumanga’, ‘Epic Art’  y otros encuentros donde la producción de ilustraciones que responden a la estética del manga y del animé encuentran asidero. Pero a los personajes de los mangas tucumanos, que también están en este marco local, les hacen decir cosas que de ninguna manera podrían decir si fuera una producción netamente japonesa. La posibilidad de hablar de un manga tucumano –más o menos definido, con parámetros más o menos claros, pero que aquellos cercanos a la ilustración lo identifican sin mayores dificultades y pueden hablar en esos términos, con lo cual resulta ser manga tucumano al fin- ya confiere una evidente importancia al fenómeno de la globalización. La puja entre las tradiciones y las nuevas construcciones simbólicas no es exclusiva de la escena tucumana, como en todo proceso histórico hay algo que se gana y algo que se pierde: el manga y el animé no es la tradición más ancestral de Japón, es a su vez el resultado de la occidentalización de la cultura japonesa, que se apropió y transformó según sus estructuras y sus lenguajes aquellas oleadas de culturas diferentes, y al concederse esta apropiación, también transformaba el proceso mismo. Gerardo Mosquera bien lo define cuando dice:
“que ‘el alma japonesa’ lo estaba dirigiendo todo a su manera. Se manifestaba en una forma diferente de construir la occidentalización, acorde con la estructura e instituciones de la sociedad y la cultura del país, que se transformaban en el proceso, pero también lo determinaban, produciendo una occidentalización a la japonesa, impensable en Occidente.” (Mosquera, 2001, Notas sobre globalización, arte y diferencia cultural)
Entonces, hablar de arte contemporáneo no implica necesariamente negar lo propio, lo local, sino desde lo local apropiarse de estrategias, de herramientas, de estéticas cuyos orígenes son diversos y que operan de manera distinta según la aplicación que de ellas se haga.


Un corte transversal

Si hay uno o varios territorios en esta escena, es posible hacer recortes de los mismos para analizar más detenidamente algunas cuestiones que resultan interesantes y de importancia en esta construcción colectiva.
Un recorte posible, que es el que se analizará en este artículo, tiene que ver con el contenido político de algunas muestras y obras del pasado año 2013. Hablar de contenido político dentro de la producción de las artes visuales de Tucumán ya presupone considerar algunas problemáticas que son de conocimiento popular.
La historia medianamente reciente de esta provincia habilita, entre otras, lo que denomina Andrea Giunta como “estéticas de la memoria” (Giunta, 2009, Poscrisis: Arte argentino después del 2001: pp. 220). Los años de Dictadura Militar fueron duros para la provincia, y resulta difícil no leer cierta línea conductora entre aquella etapa en la que el general Antonio Domingo Bussi fue interventor y su posterior gobernación desde el año1995 al año 1999. La Megacausa ‘Arsenales II-Jefatura II’ iniciada en noviembre del 2012 y finalizada aproximadamente un año después fue una instancia de reparación de aquel oscuro episodio.
Cercana a esta esfera de los Derechos Humanos se puede ubicar la Trata de personas, problemática de la cual la provincia es también ejemplo por el muy conocido caso Marita Verón, y el caso Paulina Lebbos, que la comunidad los ha vinculado por las conexiones de ambos con circuitos de corrupción y delito.
Por otro lado, sin acotar tan específicamente los temas políticos del contexto tucumano, las denuncias sociales sobre las que se apoyan los discursos de distintos artistas visuales de la región atraviesan múltiples problemáticas que están en extremo arraigadas tanto a las circunstancias sociales, económicas y culturales como a la escena misma de las artes visuales.


El discurso político y la denuncia social. Algunos casos locales

Con el beneficio que el orden cronológico otorga, es útil comenzar por Huellas 6. Memoria y Megacausa, realizada el 23 de Marzo de 2013.  La fecha es importante: la noche de vigilia del 24 de Marzo, el ‘Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia’ en el que se conmemora a los desaparecidos de la Dictadura Militar Argentina, iniciada en el año ’76. 
Justicia, Guadalupe Carrizo
El título ya nos da dos pistas importantes. Por un lado, se trata de la sexta edición de la muestra, que desde los inicios se define como una “performance colectiva”, o fue concebida así por su creadora, Qoqi Méndez. Esta  continuidad tampoco es casual, habla de una demanda de los artistas por un espacio dedicado a esta temática. 
Qoqi Méndez
Por otro lado, ‘Memoria y Megacausa’ no se puede obviar: la ‘Megacausa Arsenales II - Jefatura II’, como ya se mencionó antes, se llevó a cabo durante todo el 2013, uno de los juicios de mayor envergadura en el país, que abarcó 215 víctimas, 41 imputados y más de 400 testimonios sobre los secuestros, torturas y asesinatos de desaparecidos. El hecho hace 30 años fue que toda una generación fue diezmada, el hecho hoy es que se hace justicia: Huellas atiende a esto, como hecho estético que hace memoria sobre el terrorismo de estado y sus desaparecidos. En esta edición participaron más de 40 artistas, entre visuales, músicos y poetas. Sería demasiado extenso nombrar las performances, o siquiera resaltar algunas, pero basta decir que todo transcurrió en una noche en la que cada artista ejecutó su propuesta, algunas eran simultáneas a otras, algunas resultaron más poéticas, otras más directas, otras más satíricas; en ciertas
performances la participación del público era crucial mientras que en otras las desarrollaba por completo el performer. 
Martín De Negro
Según cada una estaba pensada y se desarrollaba, la denuncia emergía a veces de manera literal en las fotos de desaparecidos, en la sangre, en el dolor por la pérdida; a veces aparecía de manera encubierta, disfrazada en el humor, en la belleza del canto, en lo deslumbrante de dispositivos interactivos; y a veces de manera redentora, porque quien no atestiguaba o asistía al juicio participaba igualmente haciendo justicia de manera colectiva en un acto de hacer presente el pasado para que nunca más se repita, haciendo historia en el presente siendo parte de un hecho estético pero no por eso menos político.


Hablando propiamente del arte, de su escena, de su mercado, María Rocha presentó A total beneficio  para la muestra Estrella del Norte. Ni origen ni verdad, inaugurada el 11 de Abril en el Museo Provincial de Bellas Artes Timoteo E. Navarro. Esta propuesta, como rezaba un cartel ubicado por encima de varias cajas de cartón que contenían obras de diversos tamaños y características, invitaba a cualquier espectador que quisiera realizar un intercambio de un alimento no perecedero por una obra de arte. Hay algunas cuestiones importantes para analizar en este caso. 
A total beneficio,María Rocha (Foto: Enzo Palavecino)
Por un lado, retomar la concepción de ‘territorio’ expuesta anteriormente para trazar este que se hace presente tanto en la muestra pero sobre todo en la obra. La autora de la misma es de Santiago del Estero, pero hay un territorio común que habitan tanto tucumanos como santiagueños, y como artistas de otras provincias vecinas; la estética contemporánea y vincular que plantea su obra no es distinta a las que transitan obras y artistas de una geografía tucumana. Aquí es donde se hace evidente el sentido del territorio como una franja, una zona, discursiva y estética, que excede algunos límites geográficos, y que a su vez entra en contacto con unos mientras que se distancia más aún de otros. Por otro lado, la problemática del ‘circuito comercial del arte’ o del ‘mercado del arte’ no es en absoluto ajeno al contexto tucumano. De hecho, es una cuestión poco investigada y desarrollada a nivel regional –y aquí de nuevo los límites geográficos resultan meros señalamientos. Prácticamente no hay coleccionistas, las galerías son pocas y con un tráfico de venta de obras de poca envergadura –a excepción de ventas en ferias nacionales como arteBA-, las instituciones que podrían activar un mercado no tienen programas claros para tal objetivo, etc.; de manera que esta falencia en un mercado incipiente del arte es un rasgo común de escenas distintas, o si se quiere, es un rasgo propio de una escena más extensa que la tucumana.


En otra ubicación muy distinta a la del Museo, el céntrico y tumultuoso Mercado del Norte resultó ser el escenario que eligió la artista Jessica Morillo para intervenir con su Proyecto Corpiño, o una instancia de este. En uno de los puestos del mercado en el que se vende carne, instaló sus esculturas blandas colgantes, construidas enteramente de corpiños donados por distintas usuarias, y por supuesto, de distintas procedencias, formas y colores. 
Proyecto corpiño, Jessica Morillo (Foto: Sofía Auvieux)
Aquí, la intervención dialoga de manera ideal con el contexto: esas formas orgánicas blandas que cuelgan como piezas de carnicería casi se camuflan con ese paisaje urbano, un tanto decadente, con la agitación propia de un mercado. Llama la atención, y mucho, pero si uno pasa rápidamente hasta puede que se confunda con una pieza de res sin causar mayor sorpresa. Y ahí se encierra parte de su sentido, porque la mirada distraída de un transeúnte bien puede ser la metáfora de una sociedad que aún no asume por completo la lucha contra una problemática grave, la trata de personas, o de muchas otras vinculadas a la violencia de género. 
Proyecto corpiño, Jessica Morillo (Foto: Sofía Auvieux)
Como inicialmente se habló, este asunto es de gran importancia en la escena tucumana –no ya la escena del arte sino la escena de lo social-, y en cierta manera la falta de resolución concreta de la problemática puede implicar la deficiente participación y compromiso de la ciudadanía para con el tema. Por otro lado, hablando del aspecto más estético, las piezas escultóricas ubicadas de esa manera cual si se tratase de un corte de carne más, bien pueden estar figurando la exposición, la explotación, la cosificación de la mujer y de sus valores; el entretejido que forman las esculturas parece evidenciar en ese cuasi cuerpo amorfo rastros de maltrato. La yuxtaposición y el entrelazamiento de singularidades dispares también actúan como parches, parches de muchas mujeres, sólo con parches se puede formar una unidad, y es en este punto donde surge como ineludible la importancia de la construcción colectiva de sentido y del poder que se inscribe en esa construcción colectiva.


Siguiendo con la línea cronológica, el 14 de Agosto se inauguró en el Museo Provincial de Bellas Artes Timoteo E. Navarro Hugo, Paco y Luis del artista Hugo Bellagamba, quien presentó pinturas e instalaciones en las que los protagonistas eran híbridos de los personajes de Disney, los sobrinos nietos de Rico McPato, y los niños –anónimos- de la calle, que viven, trabajan y aprenden en ella. 
Hugo, Paco y Luis, Hugo Bellagamba (Foto: gentileza
del Museo Provincial de Bellas Artes ‘Timoteo Navarro’)


Hugo, Paco y Luis, Hugo Bellagamba (Foto: gentileza 
del Museo Provincial de Bellas Artes ‘Timoteo Navarro’)
Hay algunos elementos que atraviesan toda la muestra: el tres en los tres sobrinos nietos que sirven de referencia, los tres colores primarios –amarillo, azul y rojo- presentes en las instalaciones, las tres cabezas de cartón; el plástico, no en sí mismo sino en los objetos representados en las pinturas, en los baldes presentados en la instalación y en el acabado de las esculturas de la misma. 
Todos estos elementos se conjugan de manera precisa para aportar sentido a toda la muestra. Porque el equilibrio visual que nos da la presencia de los colores primarios, acompañado del ritmo del número tres, sumado todo esto a la belleza y atractivo de las pinturas, en realidad operan generando tensión entre dos polos: por un lado, lo bello e ideal de un mundo de fantasía, donde unos niños-pato llevan una vida holgada, sin preocupaciones cotidianas, y por el otro, la realidad rotunda de los niños, no ya de fantasía, no ya de una vida ideal, sino de todo lo contrario a esta: niños que son parte del paisaje urbano de cualquier ciudad de América Latina, que viven bajo condiciones de explotación, de mala alimentación, sin educación o con educación deficiente. Una realidad se opone diametralmente a la otra. 
Hugo, Paco y Luis, Hugo Bellagamba (Foto: gentileza 
del Museo Provincial de Bellas Artes ‘Timoteo Navarro’)
Y es en esa tensión entre la ficción y la realidad, entre lo bello y lo aberrante, entre la imagen atractiva y su contenido cruento, donde el sentido de la muestra aparece; y es allí también donde la denuncia se hace visible, porque le da presencia como problema a aquello que se ha naturalizado en la sociedad; porque pone en cuestión la idea de Disney de la “infancia como algo impoluto”[1] al yuxtaponer personajes opuestos de la fantasía y de la realidad.


Saltando a Noviembre, se inauguró en la Galería Rusia la muestra del artista Bernardo Corces, Pasacalle. Esta galería cuenta con dos salas, una blanca y una negra. En este caso, la sala blanca estaba intervenida con un pasacalle, pero que no tenía texto alguno, sino que en él se proyectaban las sombras de una multiplicidad de latas, fierros, botellas, bolsas y otros desechos puestos detrás del pasacalle e iluminados a contraluz del espectador, a la vez que se escuchaba el sonido originado por el contacto de todos estos. 
Pasacalle, Bernardo Corces


Pasacalle, Bernardo Corces
En la sala negra, se ubicaba un típico carrito usado por los cartoneros, del que emanaba un torbellino ascendente de botellas de plástico, y detrás de este, una bicicleta pintada a modo de proyección sobre el piso y la pared. 
Todo denuncia lo arduo de quien trabaja en la calle, denuncia el peligro que avizora en su tránsito, e imputa como culpable de su desorden y de sus desechos a la sociedad misma que soporta un sistema no sustentable, ni para el medio ambiente ni para el ser humano. Quien conoce la obra del artista sabe identificar estas cuestiones, que en esta muestra se evidencian de manera ineludible, pero así como en el resto de sus obras, la denuncia toma forma de nobleza, porque los desperdicios son ahora producto estético, simbólico, porque el anónimo trabajador queda homenajeado en esa instalación; todo queda convertido en algo noble, admirable, se ‘recicla’ en arte y se convierte en reflejo inspirador de lo que denuncia como falta colectiva.


Finalmente, Derechos Humanos Hoy, curada por Juan Grande, fue inaugurada el 20 de Diciembre en la Galería El Pasaje, y contó con obras y performances de más de 30 artistas. Como su título lo dice, abarcaba cinco ejes dentro de los Derechos Humanos que están en cuestión actualmente: identidad, género, medio ambiente, minorías y cultura. 
Marcos Bauzá
Cada obra atravesaba uno o varios de estos ejes, algunas se vinculaban más entre sí, y como clara denuncia aparecía la violencia, la violencia de género, la trata de blancas, las problemáticas en torno a la identidad, también vinculada al tema de pueblos originarios, entre otros. Imperó en toda la muestra -salvo pocas excepciones- el uso de estrategias conceptuales para abordar la temática: el registro fotográfico de soldados de África, o el de una escuela transformado en cuaderno escolar, o el hallazgo de un libro que se convierte en obra de arte, o un idioma creado por la performer que cuestiona la identidad colectiva, o el trabajo de excavación para recuperar cuerpos de desaparecidos de la dictadura convertido en instalación y poesía. El conjunto en general despierta ciertas interrogantes ¿Por qué las cuestiones relativas a los Derechos Humanos envisten gran importancia actualmente? ¿Se puede ubicar sólo en el programa del Estado nacional su promoción o hay otra demanda por parte de la ciudadanía para debatir acerca de ellos? Sin duda, un sector de la clase cultural de la sociedad se ha apropiado de estas luchas y las vuelca en sus espacios, en sus circuitos. Así como sucede con Huellas, esta muestra tiene un objetivo claro puesto en generar el debate constructivo en torno a los Derechos Humanos. 
Carlos Piñero
La política de aplicación de justicia para quienes cometieron crímenes protegidos por el terrorismo de Estado y su efusiva mediatización por parte del Gobierno Nacional acaparó la mayoría de las miradas y centralizó los Derechos Humanos tan sólo en el Derecho a la vida; curatorialmente, la muestra intenta brindar distintas miradas, diversos enfoques, a veces de los mismos temas y a veces de otros, pero fue pensada para despertar la intriga en el espectador, para llamar la atención sobre uno mismo tanto como ser humano y como parte activa de una comunidad. En tanto genere preguntas, reflexiones, en tanto evidencie contrastes y los haga comunicarse, se puede hablar entonces de una alta efectividad estética del conjunto de la muestra.  La denuncia es clara y directa, pero si se mira conjuntamente las obras generan un diálogo diverso, casi renovador, abriendo otras posibilidades e instancias de autocrítica, interrogación e interpretación.


Conclusión

En este territorio trazado aquí los artistas reconocen las problemáticas propias de su contexto, y lo llevan a la acción a través de los casos analizados anteriormente. En todos ellos, las propuestas hacen un recorte de distintas materias, pero hay algo que todos los artistas, curadores y gestores saben al idear una producción de este tipo: la denuncia está presente, y especulan con esta en razón de denunciar ante la primera autoridad pertinente, la sociedad misma. El espectador se ve interpelado, al menos, a reflexionar sobre lo que la propuesta estética les presenta, y en ese punto la denuncia cobra cuerpo, pues se encarna en cada espectador que la atiende y recibe en su trabajo de interpretación.




Bibliografía

CAMNITZER, Luis (1995) El acceso a las corrientes hegemónicas del arte, http://www.proyectotrama.org/00/trama/SaladeLectura/BIBLIOTECA/camnitzer.htm. Consultado el 26 de noviembre de 2013.
GIUNTA, Andrea (2009) Poscrisis: Arte argentino después del 2001, Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores.
MOSQUERA, Gerardo (2001) Notas sobre globalización, arte y diferencia cultural, http://www.proyectotrama.org/00/trama/SaladeLectura/BIBLIOTECA/gmosquera.htm. Consultado el 26 de noviembre de 2013.
TERNAVASIO, Aldo (2010) “Del karaoke poshistórico. Notas sobre Tucumán y la resurrección considerada como una de las Bellas Artes”, Fernando Farina y Andrés Labaké (directores y productores editoriales), Rafael Cippolini, Fernando Farina y Andrés Labaké (curadores), Poéticas Contemporáneas. Itinerarios en las artes visuales en la Argentina de los 90 al 2010, Buenos Aires, Fondo Nacional de las Artes, pp. 51-53.





[1] Entrevista personal con el artista, enero 2014, San Miguel de Tucumán.



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