Romina Rosciano Fantino
Publicado en 'Actas de las 1° Jornadas de Investigación de la Facultad de Artes de la UNT' . Editorial EDUNT
Pensar un territorio
Cuando se piensa en la provincia de Tucumán,
y si se acordonan aún más las extensiones, en la ciudad de San Miguel de
Tucumán, algunas palabras comienzan a aparecer, casi instantáneamente, en la
opinión común: empanada, locro, Casa
Histórica, Independencia, Avellaneda, Bussi, Terán, Tucumanazo, desnutrición,
Alperovich, y seguramente otras más. Y si se piensa en el arte tucumano,
más precisamente en las artes visuales, ¿qué palabras aparecen primero? Una
primera lista podría ser: Facultad de
Artes, maestros, Linares, Spilimbergo, Aurelio Salas, talleres, salones,
docentes artistas, artistas emergentes, arte contemporáneo tucumano, etc.. Aunque
siempre cualquier intento resulta un tanto burdo, pues no es suficiente para
identificar de manera más concreta las particularidades de una escena como la
tucumana. Una escena que, a lo largo de las últimas décadas, se ha desplazado
paulatinamente de esos señalamientos que miraban más a las tradiciones que a
las transformaciones presentes, o mejor dicho, una escena que a partir de este
desplazamiento, se ha transformado también.
En esta transformación se comienzan a trazar
ciertos mapas de los distintos territorios del arte más contemporáneo que es
posible avizorar hoy. Territorios porque, de alguna manera, la misma escena –la
escena del arte tucumano- es compartida por actores culturales –artistas,
docentes, gestores autónomos, curadores autónomos, y todo trabajador vinculado a
las artes visuales y también a otras artes- que adhieren a una u otra
orientación o conducta, las cuales según las instancias y los contextos, se
oponen o encuentran entre ellas puntos de contacto; y porque, a su vez, si se
piensa en territorios la divergencia antagónica de las distintas líneas del
arte tucumano se anula, y al anularse, el panorama se abre en otra imagen, en
otra concepción de esa escena: un mapa de territorios, con sus límites, con sus
zonas adyacentes y sus zonas compartidas.
El territorio no es así el límite geográfico
que delimita una ciudad de otra, una provincia de otra, sino que es aquella
porción o circuito (de las artes visuales) construido por los sujetos que lo habitan y para ellos mismos, para
propiciar y asegurar un lugar de existencia, de convivencia, de crecimiento
individual y colectivo.
Estas cuestiones también rozan con la
problemática de cómo es o cómo debería ser ese arte local. Una primera
respuesta a esa problemática plantearía que si hay un arte que es local, este
debería reflejar la identidad de la región o de la cultura propia de ese
contexto local. Pero, ¿cómo entender lo local en un mundo globalizado? ¿Como la
oposición a esa globalización, o no necesariamente como un opuesto sino como un
aspecto necesario para esa globalización? Sin los contrastes de las diferencias
culturales, la escena global –si es viable hablar de tal cosa- no sería posible.
El manga y el animé de ninguna manera son una tradición tucumana o argentina
siquiera, pero hoy, en una escena como la tucumana, es identificable en la
esfera de la ilustración la adhesión a estas influencias y una producción
dentro de sus circuitos propios: hay un territorio que fueron construyendo y
delimitando quienes militan las filas de este arte japonés, es en este
territorio donde se despliegan encuentros como el ‘Tinta Nakuy’, ‘Tucumanga’, ‘Epic
Art’ y otros encuentros donde la
producción de ilustraciones que responden a la estética del manga y del animé
encuentran asidero. Pero a los personajes de los mangas tucumanos, que también
están en este marco local, les hacen decir cosas que de ninguna manera podrían
decir si fuera una producción netamente japonesa. La posibilidad de hablar de
un manga tucumano –más o menos definido, con parámetros más o menos claros, pero
que aquellos cercanos a la ilustración lo identifican sin mayores dificultades
y pueden hablar en esos términos, con lo cual resulta ser manga tucumano al
fin- ya confiere una evidente importancia al fenómeno de la globalización. La
puja entre las tradiciones y las nuevas construcciones simbólicas no es
exclusiva de la escena tucumana, como en todo proceso histórico hay algo que se
gana y algo que se pierde: el manga y el animé no es la tradición más ancestral
de Japón, es a su vez el resultado de la occidentalización de la cultura
japonesa, que se apropió y transformó según sus estructuras y sus lenguajes
aquellas oleadas de culturas diferentes, y al concederse esta apropiación,
también transformaba el proceso mismo. Gerardo Mosquera bien lo define cuando
dice:
“que
‘el alma japonesa’ lo estaba dirigiendo todo a su manera. Se manifestaba en una
forma diferente de construir la occidentalización, acorde con la estructura e
instituciones de la sociedad y la cultura del país, que se transformaban en el
proceso, pero también lo determinaban, produciendo una occidentalización a la
japonesa, impensable en Occidente.” (Mosquera, 2001, Notas sobre globalización, arte y diferencia cultural)
Entonces,
hablar de arte contemporáneo no implica necesariamente negar lo propio, lo
local, sino desde lo local apropiarse de estrategias, de herramientas, de estéticas
cuyos orígenes son diversos y que operan de manera distinta según la aplicación
que de ellas se haga.
Un
corte transversal
Si hay uno o varios territorios en esta
escena, es posible hacer recortes de los mismos para analizar más detenidamente
algunas cuestiones que resultan interesantes y de importancia en esta
construcción colectiva.
Un recorte posible, que es el que se
analizará en este artículo, tiene que ver con el contenido político de algunas
muestras y obras del pasado año 2013. Hablar de contenido político dentro de la
producción de las artes visuales de Tucumán ya presupone considerar algunas
problemáticas que son de conocimiento popular.
La historia medianamente reciente de esta
provincia habilita, entre otras, lo que denomina Andrea Giunta como “estéticas
de la memoria” (Giunta, 2009, Poscrisis:
Arte argentino después del 2001: pp. 220). Los años de Dictadura Militar
fueron duros para la provincia, y resulta difícil no leer cierta línea
conductora entre aquella etapa en la que el general Antonio Domingo Bussi fue
interventor y su posterior gobernación desde el año1995 al año 1999. La
Megacausa ‘Arsenales II-Jefatura II’ iniciada en noviembre del 2012 y
finalizada aproximadamente un año después fue una instancia de reparación de
aquel oscuro episodio.
Cercana a esta esfera de los Derechos Humanos
se puede ubicar la Trata de personas, problemática de la cual la provincia es
también ejemplo por el muy conocido caso Marita Verón, y el caso Paulina
Lebbos, que la comunidad los ha vinculado por las conexiones de ambos con
circuitos de corrupción y delito.
Por otro lado, sin acotar tan específicamente
los temas políticos del contexto tucumano, las denuncias sociales sobre las que
se apoyan los discursos de distintos artistas visuales de la región atraviesan múltiples
problemáticas que están en extremo arraigadas tanto a las circunstancias
sociales, económicas y culturales como a la escena misma de las artes visuales.
El
discurso político y la denuncia social. Algunos casos locales
Justicia, Guadalupe Carrizo |
Qoqi Méndez |
Martín De Negro |
Según cada una estaba pensada y se
desarrollaba, la denuncia emergía a veces de manera literal en las fotos de
desaparecidos, en la sangre, en el dolor por la pérdida; a veces aparecía de
manera encubierta, disfrazada en el humor, en la belleza del canto, en lo
deslumbrante de dispositivos interactivos; y a veces de manera redentora,
porque quien no atestiguaba o asistía al juicio participaba igualmente haciendo
justicia de manera colectiva en un acto de hacer presente el pasado para que
nunca más se repita, haciendo historia en el presente siendo parte de un hecho
estético pero no por eso menos político.
Hablando propiamente del arte, de su escena,
de su mercado, María Rocha presentó A
total beneficio para la muestra Estrella del Norte. Ni origen ni
verdad, inaugurada el 11 de
Abril en el Museo Provincial de Bellas Artes Timoteo E. Navarro. Esta propuesta,
como rezaba un cartel ubicado por encima de varias cajas de cartón que
contenían obras de diversos tamaños y características, invitaba a cualquier
espectador que quisiera realizar un intercambio de un alimento no perecedero
por una obra de arte. Hay algunas cuestiones importantes para analizar en este
caso.
Por un lado, retomar la concepción de ‘territorio’ expuesta anteriormente
para trazar este que se hace presente tanto en la muestra pero sobre todo en la
obra. La autora de la misma es de Santiago del Estero, pero hay un territorio
común que habitan tanto tucumanos como santiagueños, y como artistas de otras
provincias vecinas; la estética contemporánea y vincular que plantea su obra no
es distinta a las que transitan obras y artistas de una geografía tucumana.
Aquí es donde se hace evidente el sentido del territorio como una franja, una
zona, discursiva y estética, que excede algunos límites geográficos, y que a su
vez entra en contacto con unos mientras que se distancia más aún de otros. Por
otro lado, la problemática del ‘circuito comercial del arte’ o del ‘mercado del
arte’ no es en absoluto ajeno al contexto tucumano. De hecho, es una cuestión
poco investigada y desarrollada a nivel regional –y aquí de nuevo los límites
geográficos resultan meros señalamientos. Prácticamente no hay coleccionistas, las
galerías son pocas y con un tráfico de venta de obras de poca envergadura –a
excepción de ventas en ferias nacionales como arteBA-, las instituciones que
podrían activar un mercado no tienen programas claros para tal objetivo, etc.;
de manera que esta falencia en un mercado incipiente del arte es un rasgo común
de escenas distintas, o si se quiere, es un rasgo propio de una escena más
extensa que la tucumana.
A total beneficio,María Rocha (Foto: Enzo Palavecino) |
En otra ubicación muy distinta a la del
Museo, el céntrico y tumultuoso Mercado del Norte resultó ser el escenario que
eligió la artista Jessica Morillo para intervenir con su Proyecto Corpiño, o una
instancia de este. En uno de los puestos del mercado en el que se
vende carne, instaló sus esculturas blandas colgantes, construidas enteramente
de corpiños donados por distintas usuarias, y por supuesto, de distintas
procedencias, formas y colores.
Aquí, la intervención dialoga de manera ideal
con el contexto: esas formas orgánicas blandas que cuelgan como piezas de
carnicería casi se camuflan con ese paisaje urbano, un tanto decadente, con la
agitación propia de un mercado. Llama la atención, y mucho, pero si uno pasa
rápidamente hasta puede que se confunda con una pieza de res sin causar mayor
sorpresa. Y ahí se encierra parte de su sentido, porque la mirada distraída de
un transeúnte bien puede ser la metáfora de una sociedad que aún no asume por
completo la lucha contra una problemática grave, la trata de personas, o de
muchas otras vinculadas a la violencia de género.
Como inicialmente se habló,
este asunto es de gran importancia en la escena tucumana –no ya la escena del
arte sino la escena de lo social-, y en cierta manera la falta de resolución
concreta de la problemática puede implicar la deficiente participación y
compromiso de la ciudadanía para con el tema. Por otro lado, hablando del
aspecto más estético, las piezas escultóricas ubicadas de esa manera cual si se
tratase de un corte de carne más, bien pueden estar figurando la exposición, la
explotación, la cosificación de la mujer y de sus valores; el entretejido que
forman las esculturas parece evidenciar en ese cuasi cuerpo amorfo rastros de
maltrato. La yuxtaposición y el entrelazamiento de singularidades dispares
también actúan como parches, parches de muchas mujeres, sólo con parches se
puede formar una unidad, y es en este punto donde surge como ineludible la importancia
de la construcción colectiva de sentido y del poder que se inscribe en esa
construcción colectiva.
Proyecto corpiño, Jessica Morillo (Foto: Sofía Auvieux) |
Proyecto corpiño, Jessica Morillo (Foto: Sofía Auvieux) |
Siguiendo con la línea cronológica, el 14 de
Agosto se inauguró en el Museo Provincial de Bellas Artes Timoteo E. Navarro Hugo,
Paco y Luis del artista Hugo Bellagamba, quien presentó
pinturas e instalaciones en las que los protagonistas eran híbridos de los
personajes de Disney, los sobrinos nietos de Rico McPato, y los niños
–anónimos- de la calle, que viven, trabajan y aprenden en ella.
Hay algunos
elementos que atraviesan toda la muestra: el tres en los tres sobrinos nietos que sirven de referencia, los tres
colores primarios –amarillo, azul y rojo- presentes en las instalaciones, las
tres cabezas de cartón; el plástico, no en sí mismo sino en los objetos representados
en las pinturas, en los baldes presentados en la instalación y en el acabado de
las esculturas de la misma.
Todos estos elementos se conjugan de manera precisa para aportar sentido a toda la muestra. Porque el equilibrio visual que nos da la presencia de los colores primarios, acompañado del ritmo del número tres, sumado todo esto a la belleza y atractivo de las pinturas, en realidad operan generando tensión entre dos polos: por un lado, lo bello e ideal de un mundo de fantasía, donde unos niños-pato llevan una vida holgada, sin preocupaciones cotidianas, y por el otro, la realidad rotunda de los niños, no ya de fantasía, no ya de una vida ideal, sino de todo lo contrario a esta: niños que son parte del paisaje urbano de cualquier ciudad de América Latina, que viven bajo condiciones de explotación, de mala alimentación, sin educación o con educación deficiente. Una realidad se opone diametralmente a la otra.
Y es en esa tensión
entre la ficción y la realidad, entre lo bello y lo aberrante, entre la imagen
atractiva y su contenido cruento, donde el sentido de la muestra aparece; y es
allí también donde la denuncia se hace visible, porque le da presencia como
problema a aquello que se ha naturalizado en la sociedad; porque pone en
cuestión la idea de Disney de la “infancia como algo impoluto”[1] al yuxtaponer personajes
opuestos de la fantasía y de la realidad.
Hugo, Paco y Luis, Hugo Bellagamba (Foto: gentileza del Museo Provincial de Bellas Artes ‘Timoteo Navarro’) |
Hugo, Paco y Luis, Hugo Bellagamba (Foto: gentileza del Museo Provincial de Bellas Artes ‘Timoteo Navarro’) |
Todos estos elementos se conjugan de manera precisa para aportar sentido a toda la muestra. Porque el equilibrio visual que nos da la presencia de los colores primarios, acompañado del ritmo del número tres, sumado todo esto a la belleza y atractivo de las pinturas, en realidad operan generando tensión entre dos polos: por un lado, lo bello e ideal de un mundo de fantasía, donde unos niños-pato llevan una vida holgada, sin preocupaciones cotidianas, y por el otro, la realidad rotunda de los niños, no ya de fantasía, no ya de una vida ideal, sino de todo lo contrario a esta: niños que son parte del paisaje urbano de cualquier ciudad de América Latina, que viven bajo condiciones de explotación, de mala alimentación, sin educación o con educación deficiente. Una realidad se opone diametralmente a la otra.
Hugo, Paco y Luis, Hugo Bellagamba (Foto: gentileza del Museo Provincial de Bellas Artes ‘Timoteo Navarro’) |
Saltando a Noviembre, se inauguró en la
Galería Rusia la muestra del artista Bernardo Corces, Pasacalle. Esta galería cuenta con dos salas, una blanca y una negra. En este caso, la
sala blanca estaba intervenida con un pasacalle, pero que no tenía texto
alguno, sino que en él se proyectaban las sombras de una multiplicidad de
latas, fierros, botellas, bolsas y otros desechos puestos detrás del pasacalle
e iluminados a contraluz del espectador, a la vez que se escuchaba el sonido
originado por el contacto de todos estos.
En la sala negra, se ubicaba un
típico carrito usado por los cartoneros, del que emanaba un torbellino
ascendente de botellas de plástico, y detrás de este, una bicicleta pintada a
modo de proyección sobre el piso y la pared.
Todo denuncia lo arduo de quien trabaja en la calle, denuncia el peligro que avizora en su tránsito, e imputa como culpable de su desorden y de sus desechos a la sociedad misma que soporta un sistema no sustentable, ni para el medio ambiente ni para el ser humano. Quien conoce la obra del artista sabe identificar estas cuestiones, que en esta muestra se evidencian de manera ineludible, pero así como en el resto de sus obras, la denuncia toma forma de nobleza, porque los desperdicios son ahora producto estético, simbólico, porque el anónimo trabajador queda homenajeado en esa instalación; todo queda convertido en algo noble, admirable, se ‘recicla’ en arte y se convierte en reflejo inspirador de lo que denuncia como falta colectiva.
Pasacalle, Bernardo Corces |
Pasacalle, Bernardo Corces |
Todo denuncia lo arduo de quien trabaja en la calle, denuncia el peligro que avizora en su tránsito, e imputa como culpable de su desorden y de sus desechos a la sociedad misma que soporta un sistema no sustentable, ni para el medio ambiente ni para el ser humano. Quien conoce la obra del artista sabe identificar estas cuestiones, que en esta muestra se evidencian de manera ineludible, pero así como en el resto de sus obras, la denuncia toma forma de nobleza, porque los desperdicios son ahora producto estético, simbólico, porque el anónimo trabajador queda homenajeado en esa instalación; todo queda convertido en algo noble, admirable, se ‘recicla’ en arte y se convierte en reflejo inspirador de lo que denuncia como falta colectiva.
Finalmente, Derechos Humanos Hoy,
curada por Juan Grande, fue inaugurada el 20 de Diciembre en la Galería El
Pasaje, y contó con obras y performances de más de 30 artistas. Como su título
lo dice, abarcaba cinco ejes dentro de los Derechos Humanos que están en
cuestión actualmente: identidad, género, medio ambiente, minorías y cultura.
Cada obra atravesaba uno o varios de estos ejes, algunas se vinculaban más
entre sí, y como clara denuncia aparecía la violencia, la violencia de género,
la trata de blancas, las problemáticas en torno a la identidad, también
vinculada al tema de pueblos originarios, entre otros. Imperó en toda la
muestra -salvo pocas excepciones- el uso de estrategias conceptuales para
abordar la temática: el registro fotográfico de soldados de África, o el de una
escuela transformado en cuaderno escolar, o el hallazgo de un libro que se
convierte en obra de arte, o un idioma creado por la performer que
cuestiona la identidad colectiva, o el trabajo de excavación para recuperar
cuerpos de desaparecidos de la dictadura convertido en instalación y poesía. El conjunto en general despierta ciertas interrogantes ¿Por qué las
cuestiones relativas a los Derechos Humanos envisten gran importancia
actualmente? ¿Se puede ubicar sólo en el programa del Estado nacional su
promoción o hay otra demanda por parte de la ciudadanía para debatir acerca de
ellos? Sin duda, un sector de la clase cultural de la sociedad se ha apropiado
de estas luchas y las vuelca en sus espacios, en sus circuitos. Así como sucede
con Huellas, esta muestra tiene un
objetivo claro puesto en generar el debate constructivo en torno a los Derechos
Humanos.
La política de aplicación de justicia para quienes cometieron crímenes
protegidos por el terrorismo de Estado y su efusiva mediatización por parte del
Gobierno Nacional acaparó la mayoría de las miradas y centralizó los Derechos
Humanos tan sólo en el Derecho a la vida; curatorialmente, la muestra intenta
brindar distintas miradas, diversos enfoques, a veces de los mismos temas y a
veces de otros, pero fue pensada para despertar la intriga en el espectador,
para llamar la atención sobre uno mismo tanto como ser humano y como parte
activa de una comunidad. En tanto genere preguntas, reflexiones, en tanto
evidencie contrastes y los haga comunicarse, se puede hablar entonces de una
alta efectividad estética del conjunto de la muestra. La denuncia es clara y directa, pero si se
mira conjuntamente las obras generan un diálogo diverso, casi renovador,
abriendo otras posibilidades e instancias de autocrítica, interrogación e
interpretación.
Marcos Bauzá |
Carlos Piñero |
Conclusión
En este territorio trazado aquí los artistas
reconocen las problemáticas propias de su contexto, y lo llevan a la acción a
través de los casos analizados anteriormente. En todos ellos, las propuestas
hacen un recorte de distintas materias, pero hay algo que todos los artistas,
curadores y gestores saben al idear una producción de este tipo: la denuncia
está presente, y especulan con esta en razón de denunciar ante la primera
autoridad pertinente, la sociedad misma. El espectador se ve interpelado, al
menos, a reflexionar sobre lo que la propuesta estética les presenta, y en ese
punto la denuncia cobra cuerpo, pues se encarna en cada espectador que la
atiende y recibe en su trabajo de interpretación.
Bibliografía
CAMNITZER,
Luis (1995) El acceso a las corrientes
hegemónicas del arte, http://www.proyectotrama.org/00/trama/SaladeLectura/BIBLIOTECA/camnitzer.htm. Consultado
el 26 de noviembre de 2013.
GIUNTA,
Andrea (2009) Poscrisis: Arte argentino
después del 2001, Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores.
MOSQUERA,
Gerardo (2001) Notas sobre globalización,
arte y diferencia cultural, http://www.proyectotrama.org/00/trama/SaladeLectura/BIBLIOTECA/gmosquera.htm.
Consultado el 26 de noviembre de 2013.
TERNAVASIO,
Aldo (2010) “Del karaoke poshistórico. Notas sobre Tucumán y la resurrección
considerada como una de las Bellas Artes”, Fernando Farina y Andrés Labaké
(directores y productores editoriales), Rafael Cippolini, Fernando Farina y
Andrés Labaké (curadores), Poéticas
Contemporáneas. Itinerarios en las artes visuales en la Argentina de los 90 al
2010, Buenos Aires, Fondo Nacional de las Artes, pp. 51-53.
0 comentarios:
Publicar un comentario
Recordá que los comentarios tienen como fin el debate que promueva la construcción de pensamiento crítico y pluralista. Están prohibidos insultos, comentarios agresivos y difamación de cualquier tipo. Gracias.